lunes, enero 14, 2008

Los Principios Religiosos


Todas las religiones son piedras preciosas engarzadas en el hi­lo de oro de la Divinidad.

Las religiones conservan los valores eternos, no existen reli­giones falsas. Todas las religiones son necesarias, todas las religiones cumplen su misión en la vida.

Es absurdo decir que la religión del vecino no sirve y que sólo la mía es verdadera. Si la religión del vecino no sirve, entonces la mía tampoco sirve porque los valores son siempre los mismos.

Es estúpido decir que la religión de las tribus indígenas de América es idolatría, entonces ellos también tienen derecho a de­cir que nuestra religión es idolatría. Y si nosotros nos reímos de ellos, ellos también pueden reírse de nosotros. Y si nosotros deci­mos que ellos adoran o adoraban ídolos, ellos también pueden decir que nosotros adoramos ídolos.

No podemos desacreditar la religión de otros sin desacredi­tar la nuestra también, porque los principios son siempre los mis­mos. Todas las religiones tienen los mismos principios.

Bajo el sol, toda religión nace, crece, se desarrolla, se multi­plica en muchas sectas y muere. Así ha sido siempre y así será siempre.

Los principios religiosos nunca mueren. Pueden morir las for­mas religiosas, pero los principios religiosos, es decir, los valores eternos, no mueren jamás. Ellos continúan, ellos se revisten con nuevas formas.

La religión es inherente a la vida como la humedad lo es al agua.

Hay hombres profundamente religiosos que no pertenecen a ninguna forma religiosa.

La gente sin religión es conservadora y reaccionaria por na­turaleza. Sólo el hombre religioso logra la Revolución de la Dia­léctica.

No hay motivo que justifique las guerras religiosas como las de Irlanda. Es absurdo calificar a otros de infieles, herejes o paganos, por el simple hecho de no pertenecer a nuestra religión.

El brujo, que en el corazón de las selvas africanas, ejerce su sacerdocio ante la tribu de caníbales, y el aristócrata arzobispo cristiano que oficia en la Catedral Metropolitana de Londres, Pa­rís o Roma, se apoyan en los mismos principios, sólo varían las formas religiosas.

Jesús, el Divino Rabí de Galilea, enseñó a todos los seres hu­manos el camino de la Verdad y la Revolución de la Dialéctica.

La Verdad se hizo carne en Jesús y se hará carne en todo hombre que logre la Revolución Integral.

Si estudiamos las religiones, si hacemos un estudio comparati­vo de las religiones, en todas ellas encontraremos el culto al Cristo, lo único que varían son los nombres que se le dan al Cristo.

El Divino Rabí de Galilea tiene los mismos atributos de Zeus, Apolo, Krishna, Quetzalcoatl, Lao‑Tsé, Fu-ji -el Cristo chino-, Buddha, etc.

Uno se queda asombrado cuando hace un estudio comparati­vo de las religiones. Todos estos sagrados personajes religiosos que personifican al Cristo nacen el 24 de diciembre a las 12 de la noche.

Todos estos sagrados personajes son hijos de inmaculadas concepciones, todos ellos nacen por obra y gracia del Espíritu San­to, todos ellos nacen en Vírgenes inmaculadas antes del parto, en el parto y después del parto.

La pobre y desconocida mujer hebrea María, madre del Ado­rable Salvador Jesús, el Cristo, recibió los mismos atributos y po­deres cósmicos de la Diosa Isis, Juno, Demeter, Ceres, Vesta, Maia, Adonía, Insoberta, Rea, Cibeles, Tonantzin, etc.

Todas estas deidades femeninas representan siempre a la Ma­dre Divina, el Eterno Femenino Cósmico.

El Cristo es siempre el hijo de la Madre Divina y a ella le rin­den culto todas las santas religiones.

María es fecundada por el Espíritu Santo. Cuenta la tradición que el Tercer Logos, en forma de paloma, hizo fecundo el vientre inmaculado de María.

La paloma es siempre un símbolo fálico. Recordemos a Peris­tera, ninfa del cortejo de Venus, transformada en paloma por el amor.

Entre los chinos, el Cristo es Fu-ji. El Cristo chino que nace milagrosamente por obra y gracia del Espíritu Santo.

Paseándose una virgen llamada Hoa‑Se por la orilla del río, puso su pie sobre la huella del Grande Hombre; inmediatamente se conmovió viéndose rodeada por un resplandor maravilloso y sus entrañas concibieron. Transcurridos doce años, el día cuarto de la décima Luna, a media noche, nació Fu-ji, llamado así en memoria del río a cuya orilla fue concebido.

En el México Antiguo, Cristo es Quetzalcoatl, quien fuera el Mesías y el transformador de los toltecas.

Estando un día Chimalmán sola con sus dos hermanas, se le apareció un enviado del cielo. Las hermanas, al verlo, mueren de espanto. Ella, al oir de boca del ángel que concebiría un hijo, con­cibió al instante, sin obra de varón, a Quetzalcoatl, el Cristo mexi­cano.

Entre los japoneses, el Cristo es Amida, quien intercede ante la Diosa Suprema Ten‑Sic‑Dai‑Tain rogando por todos los pecado­res.

Amida, el Cristo japonés de la Religión Sintoísta, es quien tiene los poderes para abrir las puertas del Gokurat, el Paraíso.

Los Eddas germanos citan a Khristos, el Dios de su Teogonía, semejante a Jesús, nacido también el 24 de diciembre a media no­che, lo mismo que Odín, Wotan y Beleno.

Cuando uno estudia el Evangelio de Krishna, el Cristo indú, se queda asombrado al descubrir el mismo Evangelio de Jesús, y sin embargo Krishna nació muchos siglos antes que Jesús.

Devaki, la virgen hindú, concibió a Krishna por obra y gracia del Espíritu Santo. El niño dios Krishna fue transportado al esta­blo de Nanden y los dioses y ángeles vinieron a adorarle. La vida, pasión y muerte de Krishna es similar a la de Jesús.

Vale la pena estudiar todas las religiones. El estudio compa­rativo de las religiones lo lleva a uno a comprender que todas las religiones conservan los valores eternos, que ninguna religión es falsa, que todas son verdaderas.

Todas las Religiones hablan del alma, del cielo, del infierno, etc. Los principios son siempre los mismos.

Entre los romanos, el infierno era el Averno; entre los griegos era el Tártarus y entre los indostanes el Avitchi, etc.

El cielo, entre los romanos y griegos, era el Olimpo. Cada re­ligión tiene su cielo.

Cuando terminó la religión de los romanos, cuando se degene­ró, los sacerdotes se convirtieron en adivinos, titiriteros, etc., pero los principios eternos no murieron, ellos se revistieron con la nueva forma religiosa del cristianismo.

Los sacerdotes paganos, denominados Augur, Druida, Fla­men, Hierofante, Dionysios y Sacrificador, fueron rebautizados en el cristianismo con los sagrados títulos de Clérigos, Pastores, Prela­dos, Pope, Ungido, Abate, Teólogo, etc.

Las Sibilas, Vestales, Druidesas, Papisas, Diaconesas, Ména­des, Pitonisas, etc., en el cristianismo fueron denominadas Novi­cias, Abadesas, Canonesas, Prelados Superiores, Reverendas, Her­manas, Monjas.

Los Dioses, Semi‑dioses, Titanes, Diosas, Sílfides, Cíclopes, Mensajeros de los dioses de las antiguas religiones, fueron rebauti­zados con los nombres de Ángeles, Arcángeles, Serafines, Potesta­des, Virtudes, Tronos, etc.

Si antiguamente se adoraron a los dioses, ahora también se les adora, sólo que con otros nombres.

Las formas religiosas cambian según las épocas históricas y las razas. Cada raza necesita su forma religiosa especial.

Los pueblos necesitan la religión. Un pueblo sin religión es de hecho un pueblo totalmente bárbaro, cruel y despiadado.

Samael Aun Weor
La Revolución de la Dialectica.

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