lunes, marzo 03, 2008

El Cristo Cosmico y la Semana Santa

Fragmentos de conferencia dictada por el maestro Samael Aun Weor
en México, D.F., en el año l.977

Ante todo es necesario comprender a fondo lo que es realmente el Cristo Cósmico. Urge saber, en nombre de la verdad, que El Cristo no es algo meramente histórico. Las gentes están acostumbrados a pensar en El Cristo como un personaje histórico que exis­tiera hace 1977 años. Tal concepto resalta equivocado, porque El Cristo no es del tiempo, El Cristo es A-TEMP-PO-RAL, El Cristo se desenvuelve de instante en instante, de momento en momento; Cristo, en sí mismo, es el Fuego Sagrado, el Fuego Cósmico, Universal.

Si nosotros rastrillamos un cerillo, brotará el fuego. Los científicos dirán que ese fuego es el "resultado de la combustión", más eso es falso; el fuego que brota del cerillo está contenido en el cerillo, sólo que con la frotación lo liberamos de su prisión y aparece. Podríamos decir que el fuego, es sí mismo, no es el resultado de la combustión, sino que más bien la combustión es el resultado del fuego.

Conviene entender, mis caros hermanos, que a nosotros lo que más nos interesa es el fuego del fuego, le llama de la llama, la signatura astral del fuego. La mano que mueve al cerillo para que aparezca la llama, tiene fuego, vida; si no, no podría moverse. Después de que el cerillo se apaga, la llama sigue existiendo en la cuarta Vertical.

Los científicos no saben que cosa es el fuego; lo utilizan, pero lo desconocen. Tampoco saben lo que es la electricidad; la utilizan, pero no le conocen. Por eso mismo, queridos hermanos, conviene que ustedes entiendan lo que es el fuego. Antes de que le Aurora de la Creación vibrara intensamente, el fuego hizo su aparición.

Recuerden ustedes, mis queridos hermanos, que hay dos unos. El primer uno es Aelohim, el segundo es Elohim; el primer uno es el Inmanifestado, el Incognoscible, la Divinidad que no se puede pintar, ni simbolizar, ni burilar, y el segundo uno, el que brota del primer uno, es el Demiurgo Arquitecto del Universo, el Fuego.

Quiero que entiendan que uno es el fuego que arde en la cocina o en el Altar, y otro es el fuego del Espíritu como Aelohim o co­mo Elohim.

Elohim es, pues, el Demiurgo, el Ejército de la Voz, la Gran Palabra. Cada uno de los Constructores del Universo es una Llama Viviente, es Fuego Vivo (escrito está que "Dios es un fuego devorador"). El Fuego es el Cristo, el Cristo Cósmico.

Elohim, en si mismo, ha brotado de Aelohim; Elohim en sí mismo, se desdobla para iniciar la manifestación cósmica en el Dos, en su Esposa, en la Madre Divina, y cuando el Uno se desdobla en dos, surge el tres, que es el Fuego.

Las criaturas del Fuego hacen fecundo al caos para que surja la vida, siempre que el Uno se desdobla en Dos, aparece el tercero: el Fuego. El Fuego hace fecundas las aguas de la existencia y enton­ces el Caos se convierte en el andrógino divino.

Así que, conviene entender que el Ejército de la Voz, el Ejército de la Palabra es fuego, y que ese fuego vivo, ese fuego viviente y filosofal que hace fecunda a la materia caótica, es el Cristo Cósmico, el Logos, la Gran Palabra. Empero, para que el Logos venga a la manifestación, el uno debe desdoblarse en dos, es decir, el Pa­dre se desdobla en la Madre, y de la unión de los dos opuestos surge el tercero: el fuego. Ese Fuego es el Logos, el Cristo, que hace posible la existencia del Universo en la Aurora de cualquier Creación.

Si, mis queridos hermanos, conviene que entendamos mejor lo que es el Cristo, que no nos contentemos con recordar la cuestión meramente histórica, porque el Krestos es una realidad de instante en instante, de momento en momento, de segundo en segundo. El es el Creador; el Fuego tiene poder para crear los átomos y para desintegrar­los, el poder para manejar las fuerzas cósmicas universales, etc. El Fuego tiene el poder para unir todos los átomos y crear universos, así como el poder pera desintegrar Universos (el mundo es una bola de fuego que se enciende y se apaga según leyes).

Así que, el Cristo es el fuego. Por eso sobre la cruz verán ustedes las cuatro letras: INRI, que significa "Ignis Natura Renovatur Integram" (El fuego renueva incesantemente la naturaleza".

Ahora creo que ustedes van entendiendo por que a nosotros nos interesa la signatura astral del fuego, la llama de la llama, lo oculto, el aspecto esotéricos del fuego. Y es que el fuego en realidad es Crístico, y tiene poder para transformar todo que es, todo lo que ha sido y todo lo que será. INRI es lo que nos interesa, sin INRI no es posible que nosotros nos Cristifiquemos.

Cuando el uno se desdobla en el dos surge el tercero, y éste es el fuego que crea y vuelve nuevamente a crear. Este tercero puede crear con el poder de la palabra, con la palabra solar, con la palabra mágica, con la palabra del Sol central. ¡Así crea el logos!

Es por medio del fuego como podemos nosotros Cristificarnos. Inútilmente habrá nacido el Cristo en Belén si no nace en nuestro corazón también; inútilmente habrá sido crucificado y muerto y resucitado en la tierra Santa si no es crucificado también y muerto y resucitado en nosotros.

Necesitamos encarnar al Krestos cósmico, al espíritu del fuego, hacerlo carne en nosotros. En tanto no lo hayamos hecho, estaremos muertos para las cosas del espíritu, porque él es la vida, es el logos, es la gran palabra, El es Vishnú (la palabra "Vishnú" viene de la raíz "Vish", que significa "penetrar"; el penetra en todo lo que es, ha sido y será). Necesitamos que penetre en nosotros para que nos transforme radicalmente. Sólo por medio del fuego lograremos nosotros aniquilar al ego. Quien pretenda aniquilar al ego únicamente con el intelecto, marcha por el camino del error.

Obviamente necesitamos auto conocernos, si es que queremos Cristificarnos, y si queremos auto conocernos para lograr la Cristificación, necesitamos auto observarnos, observarnos a sí mismo,

Vernos a sí mismos. Sólo por ese camino será posible llegar un día a la desintegración del ego.

El ego es la suma total de todos nuestros defectos: ira, codicia, lujuria, envidia, orgullo, pereza, gula, etc. Aunque tuviéramos mil lenguas para hablar y paladar de acero, no alcanzaríamos a enumerar todos nuestros defectos cabalmente.

Decía que tenemos que auto observarnos para auto conocernos, porque si nos observamos a sí mismos descubriremos nuestros defectos psicológicos y podremos trabajar sobre ellos. Cuando alguien admite que tiene una psicología, comienza a observarse y esto le convierte de hecho en una criatura diferente.

Alguien, que conociera por primera vez nuestras enseñanzas, diría: "¿Pero que gano con observarme? ¡Esto es aburridor!. He visto que tengo y ira, he visto que tengo celos, ¿Y qué?". Claro está, así es la observación mecánica. Nosotros necesitamos observar lo observado. Repito: necesitamos observar lo observado, y esto ya es observación consciente de nosotros mismos.

La observación mecánica de sí mismos no nos conducirá jamás a nada (es absurda, inconsciente, estéril). Necesitamos la auto observación consciente; sólo así, verdaderamente, podremos auto conocernos para trabajar sobre nuestros defectos. ¿Que sentimos ira en un instante dado? ¡Vamos a observar lo observado! (la escena de ira). No importa que lo hagamos más tarde, pero vamos a hacerlo. Y, al observar lo observado, lo que vimos en nosotros, sabremos realmente si fue ira o no fué, porque pudo haberse provocado algún síncope nervioso que tomamos por ira. ¿Que de pronto fuimos invadidos por los celos? ¡Pues vamos a observar lo observado! ¿Qué fue lo que observamos? ¿Tal vez que la mujer estaba con otros tipo? Y si es mujer, ¿Qué tal vez vió a su hombre con otra mujer y sintió celos? En todo caso, muy serenamente y en profunda meditación, observemos lo observado para saber si realmente existieron o no existieron los celos. Al observar lo observado, lo haremos a través de la meditación y de la auto reflexión evidente del Ser. Así esa observación se tornará consciente. Cuando uno se hace consciente de tal o cual defecto de tipo psicológico, puede trabajarlo con el fuego. Tendría que uno concentrarse en Stella Maris (María, Tonantzin, Rea, Cibeles, etc.); ella es una parte de nuestro propio ser, pero derivado. Ella es la serpiente ígnea de nuestros mágicos poderes, la cobra sagrada (fuego ardiente); ella, con sus poderes flamígeros, podrá desintegrar el defecto psicológico, el "agregado psíquico" que nosotros hayamos auto observado conscientemente. Si tal hacemos, la esencia o fuego embotellado en el "agregado psíquico" resplandecerá, será liberado, y a medida que vayamos desintegrando los "agregados" los Porcentajes de esencia (que son fuego Crístico) se multiplicarán y un día el fuego resplandecerá dentro de nosotros mismos, aquí y ahora.

Necesitamos que el fuego arda en nosotros; sólo INRI (nombre sagrado puesto sobre la cruz del mártir del Calvario) puede quebrar los "agregados psíquicos". Aquellos que pretenden desintegrar todos esos "agregados psíquicos" sin tener en cuenta al fuego, marchan por el camino equivocado, y no solamente andan mal, sino que también extravían a los demás.

Se dice que el Krestos nació en la aldea de Belén hace 1977 años, lo cual es falso, porque la aldea de Belén no existía en aquella época. Belén viene de una raíz caldera: "Bel", y "Bel" es el fuego, la "torre de fuego" caldea.

En nuestro cuerpo la torre es la cabeza y el cuello, porque el resto del cuerpo es el templo. Quien ha logrado elevar el fuego sobre sí mismo, quien lo ha podido levantar hasta la cabeza, hasta el cerebro, hasta el tope, de hecho podrá convertirse en el cuerpo del Krestos, que es el fuego, el espíritu del fuego. Y es el espíritu del fuego, ese espíritu original, primigenio, quién podrá Cristificarnos totalmente; el fuego o Fohat, ardiendo dentro de nosotros, nos transformará totalmente. Una vez que el fuego arda dentro de nosotros, seremos cambiados totalmente, seremos convertidos en criaturas completamente diferentes, seremos convertidos en seres distintos, y entonces gozaremos de la iluminación plena y de los poderes cósmicos.

Así que, entendido esto, mis caros hermanos, debemos trabajar con el fuego. "Al que sabe, la palabra da poder; nadie la pronunció, nadie la pronunciará, sino solamente aquel que lo tiene encarnado".

El Cristo, el espíritu del fuego, no es un personaje meramente histórico; es el ejército de la palabra, es una fuerza que está más allá de la personalidad, del ego y de la individualidad; es una fuerza como la electricidad, como el magnetismo; es un poder, un gran agente cósmico, universal; es la fuerza eléctrica que puede originar nuevas manifestaciones. Ese fuego cósmico entra en el hombre que éste debidamente preparado, en el hombre que tenga la Torre (esa de Bel) ardiendo.

Cuando el Cristo encarna en un hombre, éste se transforma radicalmente (es el Niño-Dios que debe nacer en cada criatura). Así como él nació en el universo hace millones de años para organizar totalmente este sistema solar, así también deben nacer en cada uno de nosotros. El nace en ese "establo" de Belén, es decir, entre los animales del deseo, entre los "agregados psíquicos" que necesita quebrantar, porque sólo el fuego puede quebrantar tales "agregados". Así, el fuego aparece dónde están esos "agregados" para destruirlos, para volverlos polvareda cósmica y liberar el alma, a la esencia. ¿Cómo podría él liberar el alma si no entrara profundamente en el organismo humano?

En el oriente, Cristo es Vishnú, y repito: la raíz "Vish" significa "penetrar". El fuego, el Cristo, el logos, puede penetrar profundamente en el organismo humano para quemar las escorias que tenemos dentro. Pero necesitamos amar al fuego, adorar al fuego, rendirle culto a la llama.

Por eso es que, en nuestros trabajos de concentración, invocamos a la serpiente ígnea de nuestros mágicos poderes, porque sólo con el fuego podemos quebrantar todos los "elementos psíquicos indeseables" que en nuestro interior cargamos. El frío lunar nunca podrá quebrantar a los "agregados psíquicos"; necesitamos de los poderes flamígeros del logos, necesitamos de INRI para transformarnos.

Sí, mis caros hermanos que esta noche están reunidos conmigo: entiendan que estamos en semana Santa y que la semana Santa tiene siete días. En los tiempos antiguos todo se regía por el calendario solar: Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter y Saturno, y los días eran lunes, miércoles, viernes, domingo, martes, jueves y sábados. Desgraciadamente, ese calendario fue alterado por gentes fanáticas medievales.

El Cristo debe arder, primero que todo, en nuestro cuerpo humano; más tarde la llama debe depositarse en el fondo del alma y por último en el fondo del espíritu. Estos tres pasos, a través de las siete esferas, son profundamente significativos. Obviamente estos tres pasos básicos, fundamentales, se hallan contenidos en la siete esferas del mundo y del universo.

Incuestionablemente, la semana Santa tiene raíces esotéricas muy hondas, porque el iniciado debe trabajar sobre las fuerzas lunares y sobre las fuerzas de mercurio, y con las fuerzas de Venus y del Sol, y de Marte, Júpiter y de Saturno. El drama cósmico se desenvuelve en siete regiones y de acuerdo con los siete planetas del sistema solar.

La llama debe aparecer en el cuerpo físico, debe avanzar en el cuerpo vital, debe proseguir su camino por la senda astral, debe continuar su viaje por el mundo de la mente, debe llegar a la espera de Venus (en el mundo causal), debe proseguir o continuar su viaje por el mundo Búddhico o Intuicional, y por último, en el séptimo día, habrá llegado al mundo de Atman, al mundo del espíritu; entonces el maestro recibirá el bautismo del fuego que lo transformará radicalmente.

Obviamente todo el drama cósmico (tal como esta escrito en los cuatro evangelios) deberá ser vivido dentro de nosotros mismos, aquí y ahora. Eso no es meramente histórico; es algo para vivir ahora y aquí.

Los tres traidores que crucifican al Cristo, que lo llevan a la muerte, están dentro de nosotros mismos. Los Masones lo conocen, Los gnósticos también lo conocemos: Judas, Caifas y Pilatos. Judas es el demonio del deseo que nos atormenta, Pilatos es el demonio de la mente, que para todo tiene disculpas, y Caifas es el demonio de la mala voluntad que prostituye el altar.

Eso son los tres traidores que entregan al Cristo por treinta monedas de plata. Las treinta monedas representan todos los vicios y pasiones de la humanidad, que cambia al Cristo por las botellas en la cantina, por el prostíbulo o por el "lecho de procusto"; que cambia al Cristo por el dinero, por las riquezas, por la vida sensual; lo vende por treinta monedas de plata.

Hermanos: recuerden que esa multitud que pide la Cristificación del Señor, todas esas multitudes que gritan "¡Crucifixia, crucifixia, crucifixia!", no son las de hace 1977 años. No, esas gentes que piden la crucifixión del Cristo, están dentro de nosotros mismos (repito: aquí y ahora), y son los "agregados psíquicos" inhumanos que en nuestro interior cargamos; son todos esos "elementos psíquicos indeseables" que llevamos dentro (los "demonios rojos de Seth"), viva personificación de todos nuestros defectos de tipo psicológico. Son ellos los que gritan "¡Crucifixia, crucifixia, crucifixia!", y el señor este entregado a la muerte.

¿Quiénes le azotan? ¿No son acaso las multitudes que llevamos en nuestro interior? ¿Quiénes le escupen? ¿No son todos esos "agregados psíquicos" que personificación nuestros defectos? ¿Quienes ponen sobre él la corona de espinas? ¿No son acaso todos esos engendros del infierno que nosotros hemos creado?. El acontecimiento de la historia Crística no es de ayer, es de ahora, es presente; no es meramente un pasado como creen los "ignorantes ilustrados"; pero aquellos que comprenden, trabajarán para la Cristificación.

El señor es llevado al Calvario y sobre las cumbres majestuosas del mismo dirá: "El que en mi cree nunca andará en tinieblas, tendrá la lumbre de la vida. Yo soy el pan de la vida, yo soy el pan vivo; el que come mi carne y bebe mi sangre tendrá la vida eterna y yo le resucitaré en el día postrero. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mi mora y yo en él".

El Señor no guarda rencores para nadie. "¡Padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu!" Pronunciada esta gran palabra, no se escucharán sino rayos y truenos, en medio de grandes cataclismo interiores. Cumplida esta labor del espíritu del fuego, será depositado el Cristo (o el Krestos, el Cristus-Vishnú, "el que penetra") en su sepulcro místico. Y yo les digo, en nombre de la verdad y de la justicia, que al tercer día (después de esto) será levantado, resucitado en el iniciado para transformarlo en una criatura perfecta. Quien lo logra se convierte, de hecho, en un Dios terriblemente divino, más allá del bien y del mal.

Así el Cristo (El señor nuestro, el espíritu del fuego) desciende. El quiere entrar en cada uno de nosotros para transformarnos, para salvarnos, para quebrantar los "agregados psíquicos" que en nuestro interior llevamos, para hacer de nosotros algo distinto.

Tenemos que aprender a ver al Cristo no desde el punto de vista meramente histórico, sino como el fuego, como una realidad presente, como INRI.

Ha llegado la hora de un cristianismo más esotérico, más puro, más real; ha llegado la hora de salir de la cuestión meramente histórica y pasar a la realidad de los hechos. La Cruz misma del calvario es hondamente significativa. Bien sabemos nosotros que el Phalus vertical dentro del ecteis formal, hacen cruz. En otras palabras enfatizaremos diciendo: el Lingam-Yoni, correctamente conectados forman cruz. Es con esa cruz como podemos nosotros avanzar por el sendero que ha de conducirnos hasta el Gólgota del padre.

Esta noche les invito a todos a entrar en el camino de la Cristificación. No olviden ustedes que cada vez que el señor de compasión viene al mundo, es odiado por tres clases de hombres. Primero, por los ancianos, por las gentes llenas de experiencia que dicen: "¡Ese hombre está loco, vean lo que trae, no oigan lo que está diciendo, no está de acuerdo con lo que pensamos; tenemos experiencia y este hombre perjudica, daña!" Segundo, es rechazado por los "escribas", es decir, por los intelectuales de la época. Cada vez que el señor de gloria ha venido al mundo, los intelectuales han estado contra él, lo odian mortalmente, porque no encaja dentro de sus teorías, significa un peligro para sus sistemas, para sus sofismas, etc. Y tercero, es odiado por los sacerdotes. Todos ellos ven en él un peligro para sus respectivas sectas.

Así que, en nombre de la verdad les digo que el Cristo es tremendamente revolucionario y rebelde. El es el fuego, que viene a quemar todas las podredumbres que cargamos dentro; él es el fuego, que viene a reducir a cenizas nuestros prejuicios, nuestros conceptos, nuestros intereses creados, nuestras abominaciones, y hasta nuestras experiencias de tipo personal, etc..

¿Cree ustedes, acaso, que el Cristo podría ser aceptado por tantos millones de seres humanos que pueblan el mundo? Se equivocan; cada vez que viene se levantan las multitudes contra él. ¡Esa es la cruda realidad de los hechos!.

En esta semana Santa en la que estoy hablando, digo en nombre de la verdad y de la justicia que sólo el Fohat, ardiendo dentro de nosotros, podrá salvarnos. Ninguna teoría, ningún sistema podrá llevarnos a la liberación. Quienes pretendan quebrantar el ego a base de puras teorías, con el frío intelecto, son seres meramente reaccionarios, conservadores, retardatarios, y marchan por el camino de la gran equivocación. Esta "Babilonia" que llevamos dentro, esta ciudad psicológica que en nuestro interior cargamos (donde viven los demonios de la ira, de la codicia, de la lujuria, de la envidia, del orgullo, de la pereza, de la gula, etc.) debe ser destruida con fuego.

Necesitamos levantar ahora y ya, dentro de nosotros mismos, la Jerusalén celestial.

Ha llegado la hora de entender que necesitamos quemar a la "Babilonia" dentro de sí mismos y edificar la Jerusalén. Vista la Jerusalén celestial desde lejos, es como una piedra de Jaspe, transparente como el cristal. Sí, es la piedra filosofal. ¡Dichoso el que consiga la piedra filosofal, porque se transformará radicalmente y tendrá poderes sobre el fuego, sobre el aire, sobre las aguas y sobre la tierra.

El que necesitamos es un cristianismo puro, esotérico, un cristianismo vivo, no un cristianismo muerto; un cristianismo Gnóstico que pueda transformarnos radicalmente. Mas, así como estamos, con el ego vivo, fuerte, robusto, marchamos por el camino del error. Necesitamos aprender a amar el fuego y a trabajar en realidad con los misterios del fuego.

Samael Aun Weor

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