Aquí les presentamos un relato tomado integro del libro “La Creación de la tierra y otras historias del buen Sibú y de los Bribris” de Adela Ferreto, el cual esta inspirado en la obra de investigación de la antropóloga de la ciencia oficial, la costarricense Dra. Maria Eugenia Bozzoli, y en el cual nosotros podemos encontrar, sabiendo leer y comprendiendo con el corazón el conocimiento gnóstico encerrado en el mismo y que por tradición ha llegado hasta nuestros días.
Algunos datos son necesarios antes de transcribir el relato: Sibú es el Dios Único, todopoderoso, Surá es el formador, obviamente es andrógino en su naturaleza y el Awá es el chaman.
“SURÉ, EL PAÍS QUE QUEDA AL OTRO LADO DEL SOL, Y LO DE ACÁ”
“Por eso Sibú cuida esa puerta todo el día. Todo el día Sibú vigila para que los males no vengan a este mundo. Pero algunos salen cuando nace el sol y caen sobre la Tierra... Entonces, el awá con cantos y sahumerios los espanta; con la ayuda de Sibú los lanza por la puerta de abajo, por la puerta por donde el sol se va. Debajo del mar se caen, y debajo de la tierra...
Una vez Juan grande y Juanillo venían de darle vuelta a la milpa: el maíz había cuajado muy bien, las mazorcas estaban casi secas, pronto habría que cogerlas; en el rastrojo iban a sembrar frijoles para que las matitas tiernas se agarraran a los tallos secos. Juan estaba contento; se sentó con su hijo en unos troncos, frente al rancho. El niño lo miraba: había un brillo de alegría en sus ojos. Juan grande habló: —Te voy a contar, quiero contarte para que sepas, para que aprendas lo que hay que saber y aprender. Te voy a contar cómo entendemos los bribris las cosas, desde siempre, desde que Sibú nos creó.
Hay dos lugares, dos lugares principales; y hay el mundo de debajo. Así lo quiso Sibú, el Todopoderoso. Lo quiso así y no de otra manera. Lo que te cuento no lo inventé yo, nadie lo inventó; es la Historia; es cómo pasaron las cosas y cómo son según la voluntad de Sibú, el Buen Dios.
En el lugar detrás de donde nace el sol queda el mundo de allá, Suré, el mundo de verdad; él lugar de acá, es la Tierra, en donde nada es verdad, en donde todo son sombras y reflejos.
Juanillo escuchaba con ojos maravillados; trataba de comprender...
Juan grande seguía hablando pausadamente:
—En el mundo de allá, de detrás del sol, en Suré, están las cosas como son en realidad: allí vive el fuego del fuego, que es más brillante y quema mil veces más, que su sombra, que es el fuego de acá, de la Tierra; allá mana el agua del agua, que es más clara, más límpida y fresca, que nunca se enturbia como el agua de aquí que corre por la tierra y se contamina de impurezas porque es sólo sombra del agua verdadera; allá vive el viento que es el aliento de Sibú, el aliento que nos dio vida, el soplo que es alma, inteligencia; y el huracán del huracán, y el aire del aire que aquí son sombra de lo que son.
Allá vive lo bueno de lo bueno, que encierra todo lo bueno de los hombres y mucho más, porque aquí sólo conocemos la sombra de lo bueno; y vive lo malo de lo malo que es más terrible que el mal de acá, que encierra todos los males de los hombres y aún más, porque el mal de acá en la tierra es solamente sombra del mal.
Allá están la enfermedad de las enfermedades, la salud de la salud; la alegría de las alegrías y la tristeza de las tristezas; el amor de los amores y el odio de los odios...
Allá estamos nosotros Como somos en verdad; y los animales, y las hierbas, y los árboles, y los ríos, y los montes, como son en su realidad. Porque lo de acá en la Tierra es sólo sombra y reflejo de lo que existe detrás del sol, y porque nada existe acá que no haya existido antes en ese lugar.
Allá hemos vivido, porque de allí vinimos a la hora de nacer; y, al morir, allá hemos de volver. Allá nos llevará Surá, nuestro bienhechor: allá nos espera el Buen Sibú.
¿Entiendes? Al nacer, hemos muerto allá, en el mundo que queda detrás del sol; y al morir aquí, volvemos a nacer allá, porque ese es el mundo al que pertenecemos. Nacimiento y muerte no son tan distintos... ¿Entiendes?
Hay dos puertas: la puerta por donde nace el sol, la puerta de lo alto; y la puerta por donde el sol se va, la puerta de lo bajo.
Si se abre mucho la puerta del este, salen males: sequías, inundaciones, enfermedades, huracanes, guerras...
Por eso Sibú cuida esa puerta todo el día. Todo - el día Sibú vigila para que los males no vengan a este mundo. Pero algunos salen cuando nace el sol y caen sobre la Tierra... Entonces, el awá con sus cantos y sahumerios los espanta; con la ayuda de Sibú los lanza por la puerta de abajo, por la puerta por donde el sol se va. Debajo del mar se caen, y debajo de le tierra.
Por las noches, Sibú cuida esa otra puerta. Vela y ayuda al awá que cura las enfermedades, que aleja los malos espíritus con sus ritos y ceremonias; y guarda al Dueño de las serpientes y de los peces, que vive en el lado donde el sol se acueste, para que no lance sus culebras y mate a la gente. El Dueño de las serpientes ve muy mal: ve a las personas como pájaros, y lanza flechas con sus cerbatanas para cazarlos, pero sus flechas se vuelven culebras que muerden y matan a la gente. Por eso es peligroso salir a la puesta del sol te puede ver el dueño de las serpientes, pensar que eres un pájaro y lanzar sus flechas entonces te perderás para siempre.
Así están hechos el allá y el acá, así los hizo Sibú Surá antes del Tiempo y. de la Historia. Y lo que ellos hicieron nadie lo puede cambiar.
Ambos quedaron en silencio, luego el niño dijo:
— No me ha contado nada del mundo de debajo, de allá abajo.
—Allí vive Surá el Hacedor, la madre Surá, allí viven los dueños de los animales: el Dueño de los tigres y el de los saínos, el Dueño de los pájaros, el Dueño del venado y el Dueño del puercoespín, el Dueño de la danta. Siempre son dos dueños: un hombre y una mujer, un rey y una reina. Y allí viven los hombres diminutos, la gente pequeña, que roba niños y hace muchos daños; todos esos viven allí.
— Una vez vi un duende, me llamó.
— Nunca oigas a los duendes, no les hagas caso, no los sigas, te perderán y no volveremos a saber en dónde estás ni lo que haces. No tengas trato con los hombres diminutos, son peligrosos.
—Lo que me gustaría es asomarme a ese lugar del otro lado del sol, y ver cómo soy yo de verdad.. .Allí podría verme...
—Nadie puede asomarse a ese lugar.. .nadie puede verse...
Juan grande se levantó y Juanillo también; había oscurecido, había pasado la hora de contar historias. Ambos entraron en la choza.“
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