La conciencia de la Naturaleza, enseña al tímido pajarillo a construir su nido. La conciencia de la Naturaleza palpita en el corazón del árbol, en el corazón del tímido gusanito que se arrastra por la tierra, en el corazón del águila que altanera bate sus alas intrépidas sobre las moles gigantescas de granito, que se enclavan con sus torres almenadas entre el azul del cielo.
La conciencia de la Naturaleza enseña al niño a buscar el pecho de su madre, y enseña a las aves a levantar el vuelo.
La conciencia de la Naturaleza da forma a todas las cosas, organiza los pétalos de las flores que embalsama el aire con sus perfumes, y ordena el movimiento de los astros entre la magnífica orquestación del Infinito.
La Naturaleza es una Madre austera y amorosa. Cuando penetramos en el monte, la vemos dentro de su templo magnífico, con su corona de oro, y su túnica blanca resplandeciente, gobernando a los elementos en lucha.
Cuando la humanidad molesta demasiado, ella hace lo que todas las madres con sus hijos. Les regala juguetes para que se diviertan, deposita en la mente de los inventores, la radio, el avión, el automóvil, etc., para que sus hijos se diviertan, mientras e hacen maduros para estudiar la sabiduría de Dios.
Todos los ángeles inocentes de la tierra, del agua, del fuego y del aire, obedecen a la Bendita Diosa del Mundo.
María, Adonía, Insoberta, Isis, Astarté, han simbolizado siempre a la Virgen Celestial de la Naturaleza.
La Naturaleza es un gran taller, donde Dios trabaja.
La Naturaleza es el templo de la Virgen Madre del Mundo.
El Libro de La Virgen del Carmen Cap. VII
Samael Aun Weor
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